María se seca las
manos
con horas, hijos y
panes calentitos
en su delantal de
alegrías.
Ella toma su escoba
y barre solazos de
metal,
ella sabe que sus
movimientos
asombran el silencio
de su rancho,
que reconoce en sus
labios
aquel viejo chamame
que la enamoro una
vez.
La caca de barro
despierta con niños
olvidados en el
desayuno
y sus pechos aromosos
aspirando un verdoso
mate cocido.
María, puro corazón,
prolonga sus
recuerdos
con las enseñanzas de
su madre,
caricias y besos que
nunca se acaban.
Podrán caer mil soles
en el pago
y seguirá espesando
amores
con la lentitud de la
mirada comprensiva,
o las harinas de su
ternura.
María es una madre criolla
que anda
trasplantando sueños
como semillas en
primavera
sin replegarse en
borrones nuevos.
Hoy, su risa
temblorosa…
aun humedece mis
oídos
tropezando con los
años.
Ella me abraza con su
canto
me remoja con su
magia,
me llena de lágrimas
su lejanía.
[Prof. Armando
Bandeo]
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