Este documento me lo enviaron a principios
del 2008 al solicitar información sobre cuál era la postura de la Iglesia frente a la despenalización de las drogas. Luego nace un informe de mi autoría refutando
los puntos claves de los proyectos de ley que tenía el oficialismo "K" para
despenalizar las drogas. Esta es nuestra Iglesia Argentina... De la que tenemos
que estar agradecidos por su convicción, su doctrina, sus valores y su
militancia en las villas y fronteras de nuestro país...
Documento de la Conferencia Episcopal
Argentina, dado en Pilar, el 9 de noviembre de 2007, al término de la
94ª Asamblea Plenaria
Los obispos argentinos, reunidos en nuestra Asamblea
Plenaria hemos recogido el eco doloroso de muchas familias de todo el país,
cuyos hijos quedaron atrapados por los efectos de la droga y sus secuelas de
muerte y destrucción.
En la Argentina que anhelamos no sobra nadie. Sin
embargo, la droga y su comercio de muerte se han instalado entre nosotros;
entró para quedarse en la escuela, en el club, en la esquina, en los boliches y
recitales, en la cancha, en las cárceles y hasta en los lugares de trabajo. Tan
flagrante marginación de nuestros niños y jóvenes nos produce mucho dolor y “la Iglesia no puede
permanecer indiferente ante este flagelo que está destruyendo a la humanidad,
especialmente a las nuevas generaciones” (Doc. Aparecida, 422).
Toda la vida de Jesús es manifestación del infinito
amor de Dios por nosotros, significado en sus gestos de compasión y
misericordia. Muere en la Cruz
por todos, y resucita para darnos vida en abundancia. Sus palabras reflejan
siempre lo que llevaba en el corazón. Así lo vemos, por ejemplo, en la parábola
del buen samaritano. Aquel hombre caído a la vera del camino, herido y golpeado
por ladrones, es signo de los que están abatidos y agobiados por toda clase de
males. Hoy nos interpelan de modo particular los rostros sufrientes de quienes
están atrapados y condenados por una de las calamidades más grandes de estos
últimos tiempos, como es el consumo y las adicciones a la droga.
1. Indignos escenarios de muerte
El narco-negocio se instaló en nuestro país,
prospera exitosamente, destruye familias y mata. Nuestro territorio ha dejado
de ser sólo un país de paso. Observaciones confiables y de diversas fuentes nos
advierten que el consumo arraiga en los jóvenes, y avanza sobre la inocencia y
fragilidad de los niños. Cuando se asocian a las malas compañías del alcohol, los
inhalantes, la violencia y el desamparo, el resultado es un complot para el
exterminio.
Desde los más altos niveles su tráfico genera
corrupción y muerte: asesinatos por encargo, extorsiones, dependencias
esclavizantes, prostitución. “El uso abusivo de drogas es una grave falta moral
porque afecta a la salud e incita a actividades clandestinas igualmente
dañinas” (Catecismo de la
Iglesia Católica , nº 2291).
En todos los ambientes, los que prueban la droga por
curiosidad y se convierten en adictos, si no llegan a una muerte prematura,
frenan su crecimiento y desarrollo personal. Todo lo que esté relacionado con
la droga es deshumanizante, anula el don de la libertad, sumerge en el fracaso
los proyectos de vida y somete a las familias a duras pruebas.
Los familiares y amigos de los adictos se enfrentan
día a día, con impotencia, a un enemigo de enorme capacidad de mal. No está
demás decir, que una persona drogada resigna su espacio en la sociedad: todos
pierden sus vínculos afectivos, el obrero su trabajo, el joven y el niño la
escolaridad.
En este angustioso marco, la Iglesia proclama la Buena Noticia de
Dios que nos conduce a la Vida :
Jesucristo, que ha vencido a la muerte y nos ha señalado el camino de
salvación. Con los obispos de América Latina anunciamos que “la alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien
reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a
todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la
alegría de la Buena
Noticia del Reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado
y de la muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo
limosna y compasión (cf. Lc 10, 29-37; 18, 25-43). Conocer a Jesús es el mejor
regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo
mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y
obras es nuestro gozo” (Doc. Aparecida, 29).
2. Las causas
¿Por qué la droga encuentra un campo tan propicio
para su expansión?. Juan Pablo II dice que “la droga no es como un rayo que cae
en una noche luminosa y estrellada. Más bien es como un rayo que cae en una
noche tormentosa...”. Esa noche tormentosa describe el vacío existencial que
produce el contexto consumista y hedonista en el que vivimos. Nuestra sociedad
ha distorsionado el sentido de la vida y los valores. El “ser más” ha dado paso
al “tener más”.
Los jóvenes se sienten sin raíces, obligados a
afrontar un presente fugaz y un futuro incierto. Se suma a esto que muchas veces
no encuentran adultos disponibles para la escucha y la comprensión. De tal
forma, que la drogadicción no es sólo un problema de “sustancias”, sino más
bien de cultura, valores, conductas y opciones. Es expresión de un malestar
profundo que algunos llaman “vacío existencial”. Así pues, para una cantidad
creciente de jóvenes, se afianza la convicción que vivir no tiene sentido, no
vale la pena. Más de una vez, hemos escuchado decir a jóvenes en situación de
riesgo: “yo ya estoy jugado”; para ellos, felicidad, libertad, amor, son sólo
palabras huecas, tan vacías como sus bolsillos o estómagos. Padecen la “vida
deshonrada”, en una sociedad inhóspita e indiferente, y muchas veces sin una
contención de sus hogares y familias.
El demonio, “padre de la mentira” odia la salud y la vida, busca aliados
para expandir como peste este veneno. Genera verdaderas estructuras de pecado
que desprecian el amor y la dignidad humana.
3. Caminos a recorrer
Todos sabemos algo acerca de la droga, es un tema de la vida cotidiana
en nuestras casas. Al mismo tiempo, advertimos que es una realidad muy
compleja: por un lado, su organización con métodos mafiosos y vínculos
insospechables en todos los niveles parece no tener límites; por otro, la
ausencia de valores en todos los estratos sociales, el escándalo de la pobreza
y la exclusión social, achican los horizontes y esperanzas de nuestros jóvenes.
Al no reconocer la profundidad y gravedad de esta deuda para con las
generaciones del presente, estamos favoreciendo su negocio letal. Nos falta la
valentía y el coraje necesarios para encarar seriamente este problema. La
indiferencia, el consumismo, la desunión de la familia, sumados al poderoso
tráfico y comercio de drogas, abre el camino para destruir a los más
vulnerables: nuestros chicos y chicas. Porque confiamos en la prevención
educativa, nos parece insuficiente la atención que presta a este tema la Ley de Educación Nacional,
recientemente aprobada.
La lucha contra la droga-dependencia no es un
interrogante sin respuesta, aunque ésta nunca será sencilla. La situación es
grave y requiere una acción mancomunada de toda la sociedad, que a corto plazo
pueda transformarse en política de estado.
La experiencia nos enseña que los caminos para
enfrentarla van en tres direcciones:
Ø
Promover una
cultura de la vida, fundada en la dignidad trascendente de toda persona humana,
llamada a ser feliz y a vivir libre de toda esclavitud; cuánto más de estos
falsos paraísos de la droga.
Ø
Despejar la falsa
ilusión de que de la adicción se entra y se sale fácilmente. Por supuesto que
muchos, con gran esfuerzo y apelando a diversas ayudas y tratamientos, podrán
recuperarse. Recordemos que siempre el amor de Dios se acerca a quienes se
disponen a crecer en dignidad: “En el mundo tendrán tribulaciones, pero no
teman, Yo he vencido al mundo” (Jn. 16,33)
Ø
Denunciar y
perseguir a los mercaderes de la muerte que con el escandaloso comercio de la
droga están destruyendo a la humanidad, especialmente a las nuevas
generaciones, para lo cual deben concurrir todos los recursos que cuenta
nuestro Estado de derecho, en una lucha frontal contra el tráfico y el consumo.
4. El Evangelio anuncia la cultura de la vida
Jesús nos da fuerzas cuando nos dice:“Yo he
venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). A todos
los que fueron tocados por esta miseria y sufren esta penosa esclavitud,
especialmente a los niños y jóvenes, queremos abrazarlos y llevarlos al Corazón
de Cristo para decirles que “Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza
para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino,
que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra
esperanza en medio de todas las pruebas” (Doc. Aparecida, 30).
El desafío es grande. Entre todos debemos generar
una red social que propicie la cultura de la vida. En este esfuerzo es
fundamental el concurso de toda la sociedad, para gestar un compromiso
solidario que comprenda a madres y padres, docentes, funcionarios, medios de
comunicación, instituciones religiosas; en fin, para que en todos los ámbitos
sociales haya una contundente opción por la vida fundada en la dignidad de la
persona. Debemos recrear caminos de esperanza, fortaleciendo metas e ideales,
que den sentido a la existencia, reconstruyendo una cultura, en la que el
esfuerzo, el sacrificio y aún el dolor, hagan prever una cosecha de frutos
abundantes para el bien común.
Esta red social
deberá propiciar:
-la denuncia de
hechos delictivos o políticas que por acción u omisión favorezcan las
adicciones.
-una estrategia de
prevención basada en tareas educativas en todos los niveles, fundamentalmente
en el seno de la familia, las iglesias, la escuela, las fuentes de trabajo, las
comunidades barriales y en todos los ambientes donde se dignifique y se celebre
la vida.
-la multiplicación de
espacios sanantes donde se facilite la recuperación de los adictos y su
reinserción a la sociedad.
El Señor Jesús proclamó “bienaventurados a los
que son misericordiosos porque obtendrán misericordia” (Mt 5,7). A
la escucha de esta Palabra, queremos animar y caminar junto a todas las
personas que han acercado su corazón a la causa que nos ocupa: en primer lugar
a las madres que ven sufrir a sus hijos y se organizan para protegerlos. A los
hombres y mujeres, que con responsabilidad y amor al prójimo, no pasan de largo
ante la tragedia que nos embarga y entristece a todos. Alentamos especialmente
a los profesionales del Derecho y la Justicia a obrar con celeridad ante este flagelo,
pues están en juego miles de vidas que necesitan la protección de la Ley para seguir creciendo como
ciudadanos.
Agradecemos a Dios que muchas instituciones
religiosas y organizaciones de la sociedad civil ya trabajan en variadas
iniciativas terapéuticas de prevención y contención. Invitamos a todos a obrar
como el buen samaritano. Como Iglesia, con la fuerza que nos viene del
Evangelio de la Vida
y con los humildes medios que contamos, renovamos nuestro deseo de estar al
servicio de la sociedad para comprometernos solidariamente a enfrentar este
mal. Para ello, estamos elaborando un programa de acción pastoral que sea signo
del amor de Dios por los que sufren. Confiamos que nuestro Padre habrá de
inspirarnos a todos para que logremos dar la respuesta oportuna y eficaz a este
drama.
94ª Asamblea Plenaria
de la CEA
Pilar, 9 de noviembre de 2007
En las vísperas de la beatificación de Ceferino
Namuncurá
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